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artista: Nelson Morales

por: Solrac

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En aquellos tiempos de la  juventud, doctor Abelardo, yo era un principiante cuando se trataba de amor; lo quería sentir todo el tiempo, vivir en el límite de la cordura, pero siempre me pasaba un poquito más: fueron heridas graves, heridas como para estar dentro de una ambulancia mientras te hacen respiración de boca en boca ¡Ay doctor! Mi corazón se hacía más y más débil y al mismo tiempo mi cuerpo se inundaba de placer; hombres, mujeres, trans, andróginos, nada de eso importaba, siempre y cuando tocaran alguna parte de mi cuerpo: el cabello, las uñas, la mugre, mis ojos, y mi mierda, inclusive cuando me metieron tubos de respiración en la sala de operaciones, podía verme a través de los lentes del doctor, me fascinaba pensar que aquellos tubos que eran los penes de Dios, inmensos y sagrados cuyo propósito era salvarme del coma. Dios venía a darme una segunda oportunidad, no deseaba que unos de sus hijos pródigos se diera por vencido fácilmente. Cómo se dice en las redes sociales: Dios le da sus peores batallas a sus mejores guerreros. Doctor Abelardo, no son delirios de grandeza, uste debe confiar en las palabras de sus pacientes porque son la Verdad, mis palabras son amor a la Verdad, y todo lo que surge dentro de mí, irradia amor. El problema, como le dije antes, es que mis pasiones se desbordan, no tengo control sobre ellos. Pero el otro día me quedaba pensando, aunque uste crea que me quedo dormido en el diván, que durante mi vida ha habido una relación que hasta la fecha me producen las más terribles ensoñaciones: Roxana.

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A ella la conocí en el servicio social, que el único servicio que le proporcionamos a la UNAM fue hacernos el amor sin parar; cómo toda tragedia, ella tenía a su novio, un pobre desgraciado estudiante de derecho, pelón y sin aspiraciones mas que el casamiento. Roxana estaba estudiando Pedagogía y yo le decía, a mi no me vas a educar,  no vas a educar mis impulsos sexuales, así que al principio fue una relación cordial, distante, hasta que una tarde, después del servicio fuimos a un lugar de mala muerte. A  esos lugares que luego va uste que huele a vomito con cerveza.

Ahí estábamos los del servicio social, y yo  besé a Carolina, amiga de Roxana; Nacho se besó con Denisse, ellos se enamoraron al poco tiempo, yo no me enamoré de Carolina. Caro, le dije, bésame, bésame solo hoy en esta tarde lúgubre mientras escuchamos reggaeton. ¡Oh sí, Caro! ¡Pon tu culo sobre mi verga! Todas mujeres  ponían su culo en la verga de los hombres, y también otros hombres le ponían el culo a otros hombres, y naturalmente, conforme pasaba la tarde, todo se había convertido en una orgia adolescente como los que en algún momento se festejaban en Roma, en el Vaticano. A Roxana la veía muy solita, bailaba con su amiga, las dos tenían sus boquitas muy cerca una de la otra.  Doctor fue ahí cuando percibí entre, todo ese cúmulo de olores, la esencia de Roxana: un olor salvaje, frutal, olor a tierra,  olor a humedad y sal de mar. Tiempo después supe que a menudo iba a Veracruz a visitar a su padre, nunca supe porqué su padre estaba en el puerto, pero mi hipótesis era que su padre estaba  eludiendo a la justicia, seguramente un estafador, un delincuente. No me malentienda doctor, considero a ese tipo de personas  muy agradables, tengo una afinidad cercana con esa especie incomprendida, aún más que con los que se consideran puros, justos, honestos; los segundos me parecen hipócritas, lamehuevos del sistema, a contrario de  los sociópatas y psicópatas que siempre intentan corromper, y relucir al verdadero sujeto que se esconde entre los baños de pureza. Sin duda los segundos son los que establecen los parámetros entre lo que es normal o no, lo que debe de ser válido, imponen las reglas absurdas. Roxana, en cambio, era  una sociópata en potencia, y yo quería ser parte de esa transgresión, quería que me corrompiera, que me llevara a ese mundo de la violencia y el amor, al mundo de las perversiones, y no me equivoqué, doctor Abelardo.  Mi destreza en la intuición, me hizo elegir sabiamente. Salimos un par de veces, nada en especial, me platicó un poco de ella y yo le platiqué de mí, manteniéndonos bajo la sombra del misterio. Yo quería ver sus debilidades y ella también quería ver las mías. Semanas después a Nacho y a mí nos invitaron a Veracruz, su grupo iría a una convención de pedagogas donde el único aprendizaje que se da en esos viajes es la glorificación del pecado; Nacho y yo nos quedamos en el hotel mientras las esperábamos y ya para ese instante podía oler a Roxana a kilómetros de distancia, podía sentir sus ganas de dominarme, de someterme. Aquella noche se cumplió la profecía: debajo de sus calzones rojos apareció su majestuoso secreto, inmediatamente me puse en cuclillas y sentí toda la fuerza del mundo introduciéndose por mi ano.

Doctor Abelardo, ahora se me viene a la mente este gusto tan particular que me excita describir, de niño me gustaba hurgar en el portafolio de mi padre donde podía encontrar revistas pornográficas, indirectamente, él fue quién me educó, me develó los diferentes usos que se le puede dar al cuerpo, y no veía nada fuera de lo común que un hombre penetrara a una mujer. Una tarde en la que me encontraba particularmente inquieto, fui al cuarto donde mi padre guardaba su portafolio. En la portada de la revista vi una mujer desnuda, de piel morena con unos senos voluptuosos y una  verga inmensa…estaba aturdido, anonadado ¿quién era entonces la persona que gemía cada miércoles y viernes por la noche? ¿mi madre? ¿mi padre? A partir de esa tarde, tuve pesadillas, me despertaba con un grito agonizante, y mi dulce madre llegaba totalmente desnuda como una musa griega y me ponía una toalla fría en mi frente pensando que tenía fiebre. Me sentía bien cuando ella estaba presente, pero ya me fue imposible verla como una mujer. Y 17 años después, Roxana me amarra en la cama, me pone una tela negra en mi boca para que no grite. Es para que no despiertes a los demás, es nuestro secreto, ella me dice y me la mete con más enjundia.

Cuando abro los ojos, ya no estoy viendo el espejo, abro otra vez el portafolio de mi padre, no hay revistas, lo que encuentro son dos fotografías. En la primera: una mujer en ropa interior, acostada en sábanas azules, no puede ver, también tiene cubiertos los ojos, además, sus manos las tiene amarradas, pero contrario a lo que uste piensa, doctor Abelardo, ella muestra una sonrisa pícara, perversa, llena de goce; sabe que la estoy observando, y le excita, está esperando a que el espectador haga algo al respecto, o en todo caso, trata de incomodar al otro.

Estoy harto de estos tiempos: los modales, la cordialidad, la diplomacia, el establishment que impone la ciencia, la biología, la genética…ese tipo de conductas nos acercan cada día más a convertirnos en seres automáticos...

Siguiente fotografía: esta me gusta más, un hombre siendo montado por una bella damisela morena ¿se habrá portado mal como yo? Pero sin duda, doctor Abelardo, lo que le da profundidad a esa imagen es el ambiente; probablemente una selva, más cercano a lo salvaje, más cercano a los animales que no presentan inhibiciones, síntomas o algún pretexto mudano para reproducirse.Estoy harto de estos tiempos: los modales, la cordialidad, la diplomacia, el establishment que impone la ciencia, la biología, la genética…ese tipo de conductas nos acercan cada día más a convertirnos en seres automáticos, no sería raro que en unos años no haya diferencia entre la inteligencia artificial y nosotros, no porque las máquinas han evolucionado, sino porque permitimos que el deseo se atrofiara, se contuviera demasiado y se “sublimara”…¿quién realizó esas fotografías? excelente pregunta doctor Abelardo, ciertamente no fue mi padre...Nelson Morales estaba al reverso de la fotografía escrito, investigué quién era,  artista muxe de Oaxaca, dudo que uste conozca esos lugares, uste se siente más cómodo caminando en Houston o comiendo basura procesada del Shake and Shack …¡cállate esclavo! Me dice mi ama, y me rasca toda mi espalda, toma mi cabello, Ahora te llamas Polanski...si Roxana lo que uste diga, por favor, móntese en mí, se lo suplico…

Doctor Abelardo, uste pensará que esto terminó en un final feliz, un final de Hollywood. A los pocos meses de ese viaje a Veracruz, Roxana y yo  nos seguíamos viendo, hacíamos el amor y después nos gustaba quedarnos en el motel para platicar, pero siempre teniendo la precaución de no conocernos de más.. Al poco tiempo me fui a Chile. Conocí a Roberto Bolaño, José Donoso, Nicanor Parra.  Estuvieron muy felices de verme. Me invitaron pisco y me preguntaron cuál era mi libro favorito, cuáles eran mis versos predilectos de Huidobro. Toda esa maldita felicidad se derrumbó cuando al regresar, Roxana me dijo: Polanski, estoy embarazada ¿de quién? ¡pues de quién va a ser! Puedo sentir las pataditas del bebé, si no lo detenemos ahora, en siete meses ya no podremos detener su crecimiento. No te preocupes, yo pago la mitad ¿y quién va a poner la otra mitad? me preguntó cínicamente.

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