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artista: Caravaggio

por: dávila onofre 

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supongo que para la mayoría de las personas que lean esto, no les parecerá inverosímil la idea de que el dolor, la tristeza, la angustia, la desesperanza, odio y demás sensaciones de mierda que aparecen en las obras de Caravaggio, tienen la capacidad de hacernos sentir placer; para otros, la idea, aún sigue siendo una tontería, un invento de aquellos que no logramos disfrutar en todo momento de la vida de las clasificaciones estéticas tradicionales: lo bonito,  la alegría, felicidad y los campos floridos impresionistas. 

me gusta mucho la Magdalena de Caravaggio, me gusta demasiado su cabeza recostada, me gusta pensar que el placer, de cualquier tipo, está en el cuerpo, en cómo se acomoda, en cómo se relaciona con el cuerpo de otros, en cómo se relaciona con las fantasías, con los pensamientos, y allí encuentra ese minúsculo momento de satisfacción. 

meter mis dedos entre su largo cabello, asirlos con fuerza, apenas perceptible para ella, son breves e intensos placeres para mí.  después Magdalena me pide que no me detenga. mis pies exhaustos de caminar y caminar, de recorrer los kilómetros necesarios para llegar a casa, entre la estación del tren y mi habitación en la esquina superior de aquel palacete mientras camino hacia el sol en el horizonte, las montañas y los miles de colores en el campo.

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cuando era pequeña no sabía que debía utilizar gafas, pienso que no había caído en la cuenta de que la realidad podía ser vista de distintos colores, de distintas maneras, con diversos contornos, que un par de micas harían que años más tarde comprendiera, por fin, que las hojas en los árboles tienen un contorno definido, que no son sólo manchas de múltiples colores. que una mano que sujeta una daga firmemente puede hacerme sentir la fuerza de la ira, del coraje, de la desesperación y sentir que puedo disfrutarlo; el placer nada tiene que ver con disfrutar, sino con acomodar el cuerpo, con saber dónde poner el cuerpo, nada más. que la razón no tiene nada que ver con esto, tendrá que ver con la voluntad y evidentemente con la moral, pero no con el placer. que donde el cuerpo encuentra una posibilidad para disfrutar,  así lo hará ;el placer está en el gesto (de odio) de ese rostro detrás de jesús, el cristiano; el placer está en la fragilidad de un cuerpo que apenas se puede sostener en pie, como cuando antes de dormir en una noche fría nos acomodamos para dormir, frágilmente.

el placer en Caravaggio radica en cómo vemos los cuerpos, en cómo se acomodan unos cuerpos junto a otros, en cómo se recargan, se empujan, se avientan, se enciman; en cómo la luz también los acomoda; en cómo el placer tal vez no tenga nada que ver con los deseos, ni con las ganas, ni con el dinero, ni con los lujos, sino con el cuerpo... siempre el cuerpo se descompone y causa placer. lo demás son historias, contextos, sistemas morales que hemos y seguiremos inventándole al cuerpo.
 

la economía y el mercado han hecho del cuerpo y el placer un negocio, pero eso nada tiene que ver con la inmensa satisfacción de ver, de sentir mi cuerpo junto al de ella, por primera vez, en un tímido abrazo, son dos cuerpos intentando acomodarse, como las obras de caravaggio, el pintor del placer.

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Cuestión de gusto

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Alteridad en disputa

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Ano digital

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