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Zurcir

Alondra M.

...Sigo, en instagram, a una barbie, una mujer rubia, con labios largos y casi siempre color cereza, los ojos color azul y el cabello largo, lacio; ella es delgada y no puedo asegurarlo pero la imagino alta, tiene abdominales perfectos y un culo fenomenal, pequeño, las piernas bronceadas y un gusto casi minimal para vestir, apenas dos prendas máximo, vestidos cortos, o camisolas delgadas, su piel está expuesta siempre; sonríe, bebe algún cocktail de color flourescente, abraza a una barbie amiga, morena o rubia como ella; mira al horizonte que no puedo ver en sus fotografías, porque sólo se le ve a ella, ella de espaldas mirando a la cámara sobre su hombro, algunas de frente y ella mira sus pies, otra sonríe como sabiendo que la miran, que yo miro desde mi sofá, sentada bajo una manta, con un pedazo de culo y el pie derecho saliendo por debajo de la manta. Ella sabe que la miro aunque no sepa quién soy, eso está claro.

Treaky Collage

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Vuelvo a escribir. Vuelvo a tomar el papel y lo pongo sobre la mesa, como si esperara a que el texto se enfríe. Estiro los brazos, como si fuese a correr algunos kilómeteros. Me siento sobre la silla, miro afuera y pienso que escribiré pronto. Por supuesto que es de mañana, tengo la necesidad de escribir por las mañanas, antes de tomar el móvil, antes de todo. Escribir. Perefiero escribir antes de la primera taza de café, sacar las primeras palabras antes de tener algo en el cuerpo. Me pregunto si treakycollage tiene alguna forma particular de recortar, de crear, qué hacer antes de tomar las tijeras, el cutter.



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Arrellanda en el sofá, como no queriendo levantarme más, cómoda y calientita, me giro un poco más y el culo se asoma fuera de la sábana y el sillón. Tengo el móvil en las manos y repaso las apps, primero una, luego un mensaje que entra y respondo, luego vuelvo a las imágenes, de aquí y de allá, me quedo un poco más sobre un video corto, me sonrío, nada del otro mundo. Sigo, en instagram, a una barbie, una mujer rubia, con labios largos y casi siempre color cereza, los ojos color azul y el cabello largo, lacio; ella es delgada y no puedo asegurarlo pero la imagino alta, tiene abdominales perfectos y un culo fenomenal, pequeño, las piernas bronceadas y un gusto casi minimal para vestir, apenas dos prendas máximo, vestidos cortos, o camisolas delgadas, su piel está expuesta siempre; sonríe, bebe algún cocktail de color flourescente, abraza a una barbie amiga, morena o rubia como ella; mira al horizonte que no puedo ver en sus fotografías, porque sólo se le ve a ella, ella de espaldas mirando a la cámara sobre su hombro, algunas de frente y ella mira sus pies, otra sonríe como sabiendo que la miran, que yo miro desde mi sofá, sentada bajo una manta, con un pedazo de culo y el pie derecho saliendo por debajo de la manta. Ella sabe que la miro aunque no sepa quién soy, eso está claro.


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Los recortes, en el mejor sentido de la palabra, que miro aquí, están incompletos pero están llenos, repletos de sentido, de un sentido que desconozco pero que me evoca, me transportan a sitios y experiencias previas o quizá a supuestas experiencias, quizá a imaginaciones, divagaciones, pensamientos completos, palabras y varias ideas, muchas sensaciones. Veo una mujer con el ojo y el rostro zurcido, y a otra que el cielo la atraviesa, que el cielo está detrás, dentro, con ella. Los recortes de algunas mujeres que son una mujer. No me atrevo a pensar en una mujer específica, tal vez tú quieras pensar en alguna, en muchas mujeres que se llenan de recortes, que están repletas.


Cuando miro a la mujer sentada de espaldas, la que lleva el vestido floreado, con las palabras en las que se acomoda, de las que se escapa, las que expulsa, las que grita, la veo a ella y veo el fondo, veo y me animo, aunque tímida, a tocar su complejidad, su insesatez, sus palabras y los recortes que la conforman. Lo último que le miro es el culo. Y está la mujer que sigo en instagram, mi barbie, Daisy. A Daisy que se sostiene de las piernas broncedas subiendo las escaleras de un club de moda, de un restaurante de lujo no le salen palabras, no las veo, necesito leer la descripción que tiene un par de imágenes más, una frase.


Alguien me tachará de conservadora, de antifeminista, de que la libertad que tiene una mujer para vestirse como le dé la gana no se prohiba, ni se critique, pero entiéndase que en lo que pienso ahora no es en ella como individuo, sino en las imágenes que construyen nuestra identidad como mujeres, en la influencia que tiene su imagen y las influencias que ya contienen las fotos de Daisy; en cómo construimos nuestra imagen, nuestra identidad colectiva de mujeres, esa que tanto queremos y hemos comenzado a defender. Mi pregunta es sincera, cómo lo hacemos? por qué las flores y los colores delicados, la sutileza, por qué el lujo delicado y la pulcritud excesiva, por qué la perfección, por qué la piel expuesta? no enjuicio, pregunto, me pregunto.


Hay recortes más hermosos y más dolorosos, y otros más lejanos, que también me cosntruyen, que tomo y los coloco con cuidado junto a mí, dentro de mí para construir la imagen de mí, recortes como el de las mujeres que me antecedieron, las que conocí, mi madre, mis abuelas, y las que no conocí, soldaderas, indígenas; recortes en blanco y negro, con zurcidos que se notan, con imperfecciones que me hacen la mujer que soy.


Este texto toma como punto de referencia la obra de @treakycollage de quien admiro su trabajo sobre el tejido, el recorte, las historias e imaginaciones; y a Daisy, mi barbie de la infancia que sigue influyendo a tantas niñas, así como influyen otros tantos referentes culturales femeninos.



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@treaky_collage

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