Hopper triste.
- Van Lörsch
- 19 dic 2017
- 1 Min. de lectura

Recientemente recibí un regalo, un estuche para lentes forrado con una imagen de una pintura de Hopper, el pintor norteamericano. Recordé entonces en algunas de su pinturas, como ésta -Hotel room-, y tuve ese ligero presentimiento de reconocer algunos gestos de esas pinturas en lo cotidiano. Los que puedan ver la fatiga, o el desenfado, la tristeza o la indiferencia, en medio de tanto color, de la parafernalia que nos ofrece el mundo.
Puedo ver los mismo colores y los excéntricos hábitos que consumimos para formar parte, porque “nos gusta”, porque qué más haríamos de lo contrario, porque sí. Y no puedo menos que pensar en la profunda indiferencia del sujeto frente a sí mismo, qué decir del otro, del que pasa a su lado, del que está sumido en una profunda desesperación, o la desesperación cotidiana que implica la vida.
En la tristeza de Hopper, en el desenfado -si se prefiere- de sus personajes descubro la simpleza de la paradoja en la que habitamos, envueltos en la parafernalia de un mundo de luces -incluso una luz portátil en nuestros bolsillos- desenfadados de nuestro entorno, de nuestro ser. ¿Qué espacio resta entre la espectacularidad del deporte y la de los conflictos armados?, por ejemplo. Resta la simulación. Queda un cuarto de hotel y una mujer que lee con tristeza, desgano.
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